Viajar sin rumbo y libre de prejuicios puede llevar a grandes sorpresas. Una realidad que bien se demuestra en la provincia de Valladolid, pues, aunque no es conocida por sus espectaculares paisajes de montaña, es una tierra plagada de historia. Un célebre pasado que se atestigua en los monumentos de muchos de sus pueblos, tanto en los más famosos como en aquellos con una historia contada en susurros, pero de gran valor para quien sabe poner el oído.
Quién no conoce Tordesillas, localidad donde se firmó el Tratado que dividió el mundo, o Villalar de los Comuneros donde se libró la batalla que imprimió una profunda herida en el sentir castellano. O quién no ha oído hablar de Peñafiel y su impresionante castillo con aroma a vino, o de Urueña el pueblo “bonito” de Valladolid. Lugares, todos ellos, de gran popularidad tanto dentro como fuera de la provincia. Pero, ¿qué hay de los demás?
Y es que, son muchos los pueblos vallisoletanos que pasan desapercibidos en las grandes rutas del turismo rural, pero que bien merecen una visita. Rincones que nos regalan simbólicas fotografías del ser castellano de estas tierras, con fortalezas muy bien conservados a lo largo y ancho de su territorio, iglesias de pequeños pueblos que guardan ricos tesoros entre sus muros, miradores donde contemplar el infinito de campos, o ruinas de antiguas construcciones, testigos de los estragos del olvido y el tiempo.
El mudéjar de Tierra de Campos
Tierra de Campos es igual a infinito, es sembrado llano y humilde, pero también es historia reflejada en exquisitas obras de arte y una arquitectura popular muy particular. Los palomares o el paso del Canal de Castilla son algunas de las más icónicas imágenes de una comarca que también comparten otras tres provincias de Castilla y León. Pero centrándonos en la Tierra de Campos vallisoletana, uno de los aspectos a destacar es la abundancia de arte mudéjar en las iglesias de sus muchos pueblecitos.
Esto se puede observar, por ejemplo, en las esbeltas torres de ladrillo o campanarios, que como faros señalan el lugar donde se levantan los pueblos dentro del mar de campos. Algunas de las más famosas son la Torre de San Pelayo en Villavicencio de los Caballeros, los campanarios de las múltiples iglesias que aún se conservan en Mayorga, o la torre de la iglesia de San Cipriano ubicado en el despoblado de Villacreces.
Como dato anecdótico en la localidad de Mayorga se encuentra el buzón de correos más antiguo de España (Saber más del pueblo)
Y no es solo el exterior lo que reluce, también aparecen templos que por dentro son verdaderas maravillas del arte con artesonados que cubren de madera y geometría toda su techumbre. Un ejemplo claro lo vemos en los diferentes artesonados de la iglesia de los Santos Justo y Pastor en Cuenca de Campos, pero también en otros pueblos cercanos a este, como el de la iglesia de Santiago en Ceinos de Campos o el de la iglesia de San Andrés en Aguilar de Campos, un templo este último que, además, destaca por su monumental portada de tres arquivoltas y arco de herradura.
Tampoco podemos olvidarnos de otro de los imprescindibles del mudéjar vallisoletano: la iglesia del siglo XII de San Gervasio y San Protasio de Santervás de Campos, que con sus tres icónicos ábsides - dos de ladrillo y uno de piedra - está considerada como una de las más primitivas iglesias mudéjares castellanas.
La Ribera de Duero más allá de Peñafiel y sus bodegas
Si por algo es famosa Valladolid es por su vino. Tinto, verdejo y rosados agrupados en las cuatro Denominaciones de Origen que se extienden por su territorio. Una de ellas es la D.O Ribera de Duero, acompañante de mesa de muchas casas y restaurantes a nivel nacional e internacional. Y en torno a su plantación, elaboración y crianza se ha desarrollado una pujante industria vitícola y turística en la conocida como "Milla de Oro" que va desde Peñafiel hasta Tudela del Duero. En ella, arquitectura, diseño y patrimonio cultural se fusionan con el mundo de la enología, formando múltiples puntos de interés.
Pero, dentro de esta privilegiada tierra, también podemos encontrarnos con lugares que pueden pasar desapercibidos. Uno de ellos es la iglesia de San Pelayo de Olivares de Duero, de estilo gótico y de importantes dimensiones que le hace destacar sobre el Valle de Duero, pero cuya mayor obra se encuentra en el interior. Se trata de su retablo mayor plateresco, una joya pictórica compuesta por 51 tablas al óleo atribuidas al Maestro de Olivares. En el ático, una magnífica crestería enmarca las imágenes de Cristo, la Virgen y San Juan de Alonso Berruguete.
Otro punto de interés es el Valle del Cuco, un estrecha y verde cuenca con un paisaje muy característico, formado por las aguas del arroyo del Cuco, que desemboca en el Duero. Situado al norte de Peñafiel, comprende cinco localidades vallisoletanas: Curiel de Duero, Bocos de Duero, Valdearcos de la Vega, Corrales de Duero y San Llorente.
En su pequeña extensión, este valle ofrece varios senderos que descubren numerosas fuentes y arroyuelos, chozas de pastores, antiguas cañadas utilizadas en la trashumancia y patrimonio histórico y rural, con pequeñas ermitas, iglesias románicas o castillos medievales. Uno de los municipios que más destaca por la belleza de sus calles, historia y monumentos es Curiel de Duero.
Este municipio cuenta con dos castillos. El primero y mejor conservado, el de Doña Berenguela, está elevado sobre un cerro y se ha reconvertido en un lujoso hotel. Se trata, además, del bastión más antiguo de la provincia fechado en el siglo X y en él estuvo preso durante 54 años Diego de Castilla y Sandoval, hijo de Pedro I el Cruel, uno de los cautiverios más largos de la historia de España.
La segunda fortaleza, el Palacio de los Zuñiga, del siglo XV, se levanta a los pies del susodicho cerro, junto a las construcciones del resto del pueblo. De él solo se conservan dos torreones, la fachada y los muros perimetrales. El conjunto histórico-artístico de resto del municipio lo completan, una puerta de la vieja muralla, un rollo jurisdiccional, la iglesia de Santa María, con un brillante artesonado policromado, la de San Martin, con tímidas pinceladas románicas, y la plaza donde se sitúa el Ayuntamiento y varias viviendas de arquitectura tradicional con soportales.
Existe un dicho popular que dice ‘Buen castillo tendría Peñafiel, si no tuviera a la vista el de Curiel’.
Los pueblos de la Campiña del Pisuerga
Antes de su desembocadura en el río Duero, el Pisuerga baña con sus aguas a numerosos municipios en un amplio valle con varias ramificaciones a este y oeste. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid como reza el famoso dicho popular, vamos a hablar también de esos pueblos que crecen al amparo de la alargada sombra de la ciudad.
Y es que muy cerca a la capital se sitúa Cigales, conocida por su Denominación de Origen con la elaboración de vinos rosados y tintos de calidad. Todo ello ha auspiciado la proliferación de numerosas bodegas en su término municipal y en el de otros pueblos cercanos, regalándonos un paisaje muy particular. Dentro del casco urbano de Cigales es inevitable mencionar la denominada como la "Catedral del Vino", la iglesia de Santiago del siglo XVI, caracterizada por su monumentalidad y su sobrio estilo herreriano.
También dentro del área de influencia de la ciudad vallisoletana nos encontramos con Cabezón de Pisuerga, conocido por su espectacular puente de sillería de piedra y nueve arcos, de orígenes romanos y reformado en época medieval. Y muy próximo a este y pegado al Canal de Castilla se levanta la iglesia del antiguo monasterio cisterciense de Santa María de Palazuelos, un importante cenobio abandonado y venido a menos desde la Desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, pero rescatado recientemente por el Ayuntamiento de Cabezón y la Asociación de "Amigos de Palazuelos", pudiendo visitar lo que queda de sus dependencias (ver horarios de visitas).
Y no podemos irnos de la Campiña de Pisuerga sin pasar por Trigueros del Valle con su "Castillo Encantado" y sus bonitas calles. Esta localidad pegada a la provincia de Palencia cuenta con una fortaleza del siglo XV transformada hace poco años en un fantasioso parque temático con esculturas de criaturas mágicas realizadas por Juan Villa. Una perfecta excusa para conocer también el resto del municipio que cuenta con una iglesia románica, casas-cueva y una ermita en lo alto de un cerro donde poder disfrutar de una perfecta panorámica del pueblo.
Los miradores de Tierra de Campos más allá de Urueña
La desembocadura de los Montes Torozos hacia la llana Tierra de Campos fue antaño una frontera entre los reinos de León y de Castilla, lo que ocasionó que surgiera una cordillera de pequeñas localidades franqueadas por castillos que aprovechaban las ventajas defensivas originadas por el desnivel entre estas dos demarcaciones naturales.
Nacieron así verdaderos miradores al infinito, como Urueña con su famoso recorrido por la muralla, pero también otros como el de Montealegre de Campos, desde cuya fortaleza perfectamente conservada puede contemplarse una preciosa panorámica de la inmensidad terracampina. Un buen estado de salud de sus muros y unas vistas que también se repiten en el castillo de Tiedra, una localidad, que además de contar con un valioso casco antiguo, reúne a gran número de curiosos en julio para no perderse el florecimiento de sus campos de lavanda.
Otros castillos peor conservados en esta linde, pero separados por pocos kilómetros, son los de Villavellid, de propiedad privada, Tordehumos y San Pedro de Latarce, de los que apenas quedan unos muros en pie, y el de Villagarcía de Campos, bastante desmejorado teniendo en cuenta que entre sus muros se crio "Jeromín", sobrenombre dado a uno de los hijos de Carlos I y futuro Juan de Austria.
Un pueblo, Villagarcía de Campos, que sí cuenta con otro importante reclamo turístico: la Colegiata de San Luis, conocida como "el Escorial de Campos", pues fue construida en el siglo XVI inspirándose en el famoso monasterio de la Sierra de Madrid.
El edificio, por sí solo es una verdadera joya, no tanto por su sobria arquitectura exterior, sino por lo que guarda dentro, con una importante colección de arte sacro que ha permitido la creación de un interesante museo (más información y horarios del museo)
Wamba y San Cebrián de Mazote, guardianes del mozárabe
Cuando parece que la provincia de Valladolid ya te ha enseñado todo su potencial, entran en escena Wamba y San Cebrián de Mazote, dos pequeñas poblaciones de la comarca de los Montes Torozos con dos increíbles iglesias que te dejan sin palabras. Porque además de ser las más antiguas de la provincia, son uno de los mejores exponentes del arte prerrómanico de España.
Primero hablemos de Wamba. Situada a tan solo 17 kilómetros de la capital, es uno de los lugares más singulares de la provincia. Lo es, primero por su nombre, siendo el único municipio de España que comienza con "W". Pero también lo es por su rica historia, como bien atestiguan los muros de piedra de la iglesia de Santa María de la O.
Su curiosa denominación proviene del rey visigodo Wamba, que se cree fue proclamado monarca en la localidad tras la muerte del rey Recesvinto. De hecho, es muy probable que la actual Wamba fuera la antigua villa real de Gérticos en la época visigoda, y que la iglesia de Santa María de la O fuera reconstruida en el siglo X sobre los restos de una previa visigoda.
El actual templo llama especialmente la atención por la conjunción en su arquitectura de los estilos mozárabe, con los arcos de herradura de su cabecera, y el románico de su nave central y bella portada occidental. Y todo, sin olvidar su macabro osario, el más grande visitable de España, no apto para aprensivos, que cuenta con restos de más de 2000 personas entre monjes, mujeres y niños que se recopilaron desde la Edad Media. (Ver horarios de visitas)
Pero si hablamos de arte mozárabe en todo su esplendor no podemos obviar la iglesia de San Cipriano en San Cebrián de Mazote, muy cerca de Wamba y también del siglo X y de orígenes visigodos. Este templo está considerado como el más grande de estilo mozárabe llegado hasta nuestros días. Su interior presenta una particular estructura, al sumar de forma muy armoniosa las características más destacadas de la arquitectura prerrománica española (ver horarios de visita)
Los bastiones de los Montes Torozos
Otra vez volvemos a los Montes Torozos, y esta vez para destacar sus numerosos castillos de sólida piedra, pero en distintos estado de conservación. Uno de los mejores es el de Torrelobatón, con una poderosa Torre del Homenaje y conocido porque sirvió de escenario para la película de El Cid, protagonizada por Charlton Heston. Un histórico edificio que también fue el último refugio de Los Comuneros antes de sus derrota en Villalar en 1521. Y por eso no es de extrañar que actualmente albergue el Centro de Interpretación del Movimiento Comunero (ver horarios), una excusa perfecta para visitarlo.
Otras fortalezas que no han corrido tanta suerte y cuyo estado de conservación dista bastante de lo que uno desearía, son los de Mota del Marqués y Villalba de los Alcores. Estos, no obstante, sirven de reclamo para conocer dos localidades con mucho que ver.
Empezando por Villalba de los Alcores, hay que decir que su castillo, construido del siglo XII al XV, actualmente es propiedad privada y no puede visitarse, pero sí se puede contemplar su exterior de gruesos muros de piedra y algo ruinoso. El resto de la localidad no desmerece una visita, pues en su casco urbano además de unas bonitas calles de casas de piedra, descubrirás los restos de una muralla que llegó a tener 36 torreones, y dos elegantes iglesias, una de ellas con una interesante portada románica.
Por otro lado, Mota del Marqués es una localidad que tiene una de las imágenes más llamativas de la provincia, con un castillo en la cúspide de un cerro del que apenas queda nada - fue duramente dañado durante la Guerra de la Independencia Española-, una iglesia absolutamente en ruinas más abajo, y un pueblo que se expande a las faldas del monte, con otra llamativa iglesia y un palacio renacentista, erigido por la familia Ulloa en el siglo XVI.
Alaejos y "las dos torres"
A mitad de camino entre Valladolid y Salamanca, desde la autovía que las conecta, te encontrarás con una llamativa estampa: dos impresionantes torres de ladrillo rematadas con una pequeña cúpula y prácticamente gemelas. Dos giraldas castellanas que, si eres curioso, inmediatamente te atraerán a conocerlas. Hablamos del pueblo de Alaejos, situado en la comarca de la Tierra del Vino y modelo perfecto del esplendor del mudéjar castellano.
Estas dos maravillas son las iglesias de Santa María y San Pedro, siendo la primera 50 años más antigua que la segunda. También las diferencia la altura de sus torres, la de Santa María es de 65 metros, diez menos que la de San Pedro, de 75. Pero las dos coinciden en ser verdaderas joyas del arte español, y por ello han sido declaradas Monumento Histórico-Artístico.
Y si hay que destacar una de ellas, esa es la de Santa María, especialmente por lo que guarda atravesando su sencilla puerta renacentista. Presenta una planta de tres naves de estilo mudéjar y bóvedas de crucería de considerables dimensiones, y al fondo guarda un rico retablo del siglo XVI confeccionado bajo influencias del romanticismo italiano por el escultor Esteban Jordán. Pero será, cuando levantes la vista al techo, cuando te llevarás la mayor sorpresa, con un asombroso artesonado mudéjar de planta octogonal que te dejará ojiplático (ver horarios de visita)
Magnífico artículo que nos acerca un poco más a los valores históricos y culturales menos conocidos de esta fascinante tierra.