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  • Foto del escritorDaniel González

Urueña, villa de sensaciones

Con cada viaje realizado a esta villa de los Montes Torozos, descubres y rememoras algo nuevo. Vuelve la sensación de viajar en el tiempo, gozas nuevamente de su magnífico y humilde paisaje, de sus medievales calles y murallas. Una sensación única de reflexión y de soledad, de inspiración y naturaleza, un juego de letras, poesía y olores que te transportan a un verdadero museo hecho pueblo.


Villa del Libro de Urueña


Su entorno inspirador, goza de una de los atardeceres más bonitos de la provincia, estar posado en una de las piedras del mirador de la muralla y pararse a contemplar el esplendor y policromado cielo de un atardecer mientras el viento te sacude el pelo. Observar la típica estampa castellana de campos infinitos que se pierden a la vista y ese juego de sombras de palomares, árboles y páramos próximos hace a este lugar digno de un cuadro, digno de ser perpetuado en la eternidad.


Atardecer en Urueña

Hablando en pretérito, Urueña fue un pueblo en declive, hablando en presente Urueña es un pueblo en auge. Recorriendo los rincones, que son muchos, respiras ese aire impregnado, sin saber porque de un aroma medieval, gozarás de cada uno de sus escondrijos, observarás arte, tradición, literatura y naturaleza al mismo tiempo y al instante te preguntarás: ¿Cómo es que no he estado antes?


Los que conocimos Urueña en pretérito, recordamos su fragancia a estiércol, sus muchas casas en ruinas, sus murallas que cada día contaban con una piedra menos y sus escaleras de acceso apuradas y caladas. Veías en cada una de sus calles y edificios la tristeza de ver caer la historia de pedazo en pedazo, sintiéndote impotente, triste pero a la vez maravillado por su verdadero potencial.



En la Urueña del presente todo y nada ha cambiado, sigue siendo ese pueblo que en sus tiempos visitaste. Pero la fragancia es distinta. Ahora se olfatea gastronomía y pueblo, se distingue cada una de las casas que estaban derruidas, levantadas otra vez de sus cimientos como si cientos de años no hubieran pasado en ellas; como si cada hogar levantado siguiera guardando entre sus cuatro paredes su pasado y su cometido.


Urueña

Distingues unas murallas cuyos accesos se han multiplicado y mejorado. Encuentras las mismas piedras pero curiosamente las notas distintas. Ves en cada una de sus calles la alegría de ver crecer la historia de pedazo en pedazo, sintiéndote orgulloso, contento y a la vez maravillado por haber convertido lo que en un pasado fue la desolación del tiempo, a un presente próspero y rúbrica de lo que el hombre puede llegar a hacer cuando ve desplomarse su hogar.




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