UrueƱa, villa de sensaciones
- Daniel GonzƔlez
- 18 feb 2014
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 21 jul 2023
Con cada viaje realizado a esta villa de los Montes Torozos, descubres y rememoras algo nuevo. Vuelve la sensación de viajar en el tiempo, gozas nuevamente de su magnĆfico y humilde paisaje, de sus medievales calles y murallas. Una sensación Ćŗnica de reflexión y de soledad, de inspiración y naturaleza, un juego de letras,Ā poesĆaĀ y olores que te transportan a un verdadero museo hecho pueblo.

Su entorno inspirador, goza de una de los atardeceres mĆ”s bonitos de la provincia, estar posado en una de las piedras del mirador de la muralla y pararse a contemplar el esplendor y policromado cielo de un atardecer mientras el viento te sacude el pelo. Observar la tĆpica estampa castellana de campos infinitos que se pierden a la vista y ese juego de sombras de palomares, Ć”rboles y pĆ”ramos próximos hace a este lugar digno de un cuadro, digno de ser perpetuado en la eternidad.

Hablando en pretérito, Urueña fue un pueblo en declive, hablando en presente Urueña es un pueblo en auge. Recorriendo los rincones, que son muchos, respiras ese aire impregnado, sin saber porque de un aroma medieval, gozarÔs de cada uno de sus escondrijos, observarÔs arte, tradición, literatura y naturaleza al mismo tiempo y al instante te preguntarÔs: ¿Cómo es que no he estado antes?
Los que conocimos UrueƱa en pretĆ©rito, recordamos su fragancia a estiĆ©rcol, sus muchas casas en ruinas, sus murallas que cada dĆa contaban con una piedra menos y sus escaleras de acceso apuradas y caladas. VeĆas en cada una de sus calles y edificios la tristeza de ver caer la historia de pedazo en pedazo, sintiĆ©ndote impotente, triste pero a la vez maravillado por su verdadero potencial.
En la UrueƱa del presente todo y nada ha cambiado, sigue siendo ese pueblo que en sus tiempos visitaste. Pero la fragancia es distinta. Ahora se olfatea gastronomĆa y pueblo, se distingue cada una de las casas que estaban derruidas, levantadas otra vez de sus cimientos como si cientos de aƱos no hubieran pasado en ellas; como si cada hogar levantado siguiera guardando entre sus cuatro paredes su pasado y su cometido.

Distingues unas murallas cuyos accesos se han multiplicado y mejorado. Encuentras las mismas piedras pero curiosamente las notas distintas. Ves en cada una de sus calles la alegrĆa de ver crecer la historia de pedazo en pedazo, sintiĆ©ndote orgulloso, contento y a la vez maravillado por haber convertido lo que en un pasado fue la desolación del tiempo, a un presente próspero y rĆŗbrica de lo que el hombre puede llegar a hacer cuando ve desplomarse su hogar.








































