La inexistencia turística se extiende por los pueblos más pequeños del sur de la provincia de Valladolid como un mal catarro. Cuántas veces se dice, sin conocimiento, que en Valladolid no hay tanto que ver como en otras provincias de Castilla y León. Cuántas veces se recorren cientos de kilómetros para contemplar algo que se tiene a unas decenas sin saberlo. Precisamente, para curar este mal, es necesario conocer este itinerario por seis iglesias rurales que custodian maravillas.
Se trata de templos de seis localidades de las comarcas vallisoletanas de Tierra del Vino y Tierra de Medina. Un territorio llano, donde la ausencia de verticalidad del relieve se compensa con altos campanarios e iglesias que atestiguan el pasado próspero de estos pueblos. ¡Vamos allá!
1. Alaejos: un duelo patrimonial entre dos gigantes
La primera parada de esta ruta nos lleva a una de las localidades más grandes de la comarca de la Tierra del Vino. Con algo más de 1.300 habitantes, Alaejos se presenta desde la distancia con dos esbeltas torres de sus dos iglesias, la más alta, la de San Pedro, con 75 metros de altura, y más baja, con 65 metros, la de Santa María.
El aspecto exterior de esta pareja de templos es tan parecido que parecen gemelos. Pero la mayor diferencia la encontraremos en lo que custodian en su interior. En este aspecto podemos decir que el particular duelo patrimonial lo gana la iglesia de Santa María. ¿Por qué? Basta con mirar hacia su presbiterio.
Como se aprecia en las fotografías, la iglesia presenta un notable retablo mayor del siglo XVI de estilo romanista confeccionado por los escultores Esteban Jordán y Francisco de Rincón. Y arriba, en el techo, nos encontramos con una armadura de madera de colores dorados y policromada cubriendo todo el presbiterio. Una verdadera filigrana artística.
Todo, sin despreciar a la iglesia de San Pedro, también recomendable en una visita a esta localidad y donde hallarás un retablo romanista de Francisco de Rincón, así como una paredes revestidas con valiosas grisallas prácticamente únicas en la provincia.
2. Nava del Rey: Un pueblo, que es ciudad, con una iglesia con complejo de catedral
Seguimos nuestro viaje hacia el siguiente pueblo de la comarca de Tierra del Vino. Como Alaejos, Nava del Rey es una localidad importante dentro de la comarca, con cerca de 2.000 habitantes, y también se señala a kilómetros de distancia con la torre-campanario de su iglesia de los Santos Juanes, apodada en el pueblo como la "Giralda de Castilla".
Lo curioso de Nava del Rey es que, aunque tiene un tamaño de pueblo, tiene el título de ciudad, pues el rey Alfonso XII se lo otorgó en 1877. Si bien es cierto que no tiene tantos vecinos como para considerarse una urbe a los ojos del presente, sí tiene una iglesia que perfectamente podría ser la de una ciudad.
Se trata de una magnífica construcción iniciada a finales del siglo XV en la que trabajaron los mejores arquitectos y artistas de la época. Levantada en piedra, a diferencia de la mayoría de construcciones de la zona donde el ladrillo se impone, en su gran silueta y obras de arte que guarda se observa la huella de personajes de renombre en la historia del arte español, como Rodrigo Gil de Hontañón, Alberto Churriguera o Gregorio Fernández y su taller, entre otros muchos.
3. Fresno el Viejo: Una iglesia fotogénica
Como quien posa despreocupado de que le saquen mal en la fotografía, el templo de la siguiente parada de esta ruta no tiene perfil malo. Los cuatro costados de la iglesia de San Juan Bautista de Fresno el Viejo desprenden arte con múltiples arcos ciegos de ladrillo.
El edificio, construido a finales del siglo XII, es un buen ejemplo de la transición de un románico de piedra a otro de ladrillo. Hecho que se observa con claridad en su cabecera, con tres ábsides semicirculares en cuya parte inferior se observan unos buenos sillares románicos que se transforman más arriba en ladrillo.
Y si no introducimos en su interior, también en su cabecera podremos distinguir numerosos capiteles románicos de muy buena calidad y conservación. En uno de ellos se representa a la impulsora del templo, la Reina Doña Urraca, y a sus dos hijos, Doña Sancha y Don Alfonso. Además, en su última restauración se descubrieron unas pinturas y frescos de finales del románico y principios del gótico en su ábside, que se escondían tras un retablo del siglo XVIII.
4. Rubí de Bracamonte: un plato combinado de arte
Nos acercamos a la comarca de Medina del Campo, para descubrir una iglesia algo ecléctica, tanto su exterior, con una mezcla de materiales de piedra y ladrillo, como en su interior, donde diferentes estilos de arte y técnicas decorativas se mezclan para ofrecernos una estampa bastante llamativa.
Estamos en Rubí de Bracamonte, un pueblo de poco más de 200 habitantes cuyo edificio más relevante está situado en lo más alto de la localidad. Es la iglesia de Santa María del Castillo, construida en el siglo XVI con posteriores reformas del XVIII.
Tiene tres naves, la central cubierta con bóveda de cañón con yeserías del XVIII y, las laterales, además de las yeserías, con lunetos. El crucero se cubre con crucería con combados y los brazos del mismo con crucería estrellada.
De sus bienes muebles destacan sus numerosos retablos barrocos, con especial atención al retablo mayor, conformado por un grupo pictórico de gran calidad técnica, colorido y muy bien conservado.
5. Muriel de Zapardiel: una gran sorpresa mudéjar
Bañado por el escaso caudal del río Zapardiel, el siguiente pueblo nos presenta una preciosa iglesia románico-mudéjar con un ábside y absidiolo meridional pincelados en su exterior con tres filas de arquillos ciegos de ladrillo.
Se trata de la iglesia de Santa María del Castillo de Muriel de Zapardiel, misma advocación que la de Rubí, y que puede deber su nombre a que fue construida en el siglo XIII sobre una antigua fortaleza, lo que explica la construcción de un campanario independiente al templo y que podría haber sido una torre-vigía.
Una vez dentro, el edificio impresiona igualmente con un valioso conjunto de artesonado de par y nudillo cubriendo las tres naves.
6. Rodilana: nunca te fíes de las primeras impresiones
Seguimos rondando la localidad de Medina del Campo, para llegar a una de sus pedanías y última parada de esta ruta por las maravillas del arte sacro. El pueblo es Rodilana y en su iglesia recibiremos una sabia lección. Con advocación a San Juan Bautista, el semblante sencillo de su exterior puede confundir al viajero inexperto, pues la verdadera joya se esconde, una vez más, en su presbiterio.
Con una cúpula ovalada erigida sobre el altar mayor sostenida sobre trompas, en ella podremos observar una de las bóvedas de yesería más espectaculares que se conservan en la provincia de Valladolid.
Obra de los injustamente desconocidos hermanos Corral de Villalpando (autores de la decoración de la famosa Capilla de los Benavente de Medina de Rioseco), su rica ornamentación en yeso es una muestra de la maniobrabilidad con este material y la desbordante imaginación que tenían estos artistas. Su trabajo también puede contemplarse en otras construcciones de la comarca, como el monasterio de Santa María Magdalena, en Medina del Campo, o la iglesia parroquial de Villaverde de Medina.
Programa de Apertura de Monumentos
Los tesoros de muchas de las iglesias de esta ruta son desconocidos por el público por el difícil acceso que tienen, especialmente las cuatro últimas de esta lista. Uno de los mejores momentos para visitarlas es el Programa de Apertura de Monumentos en verano o Semana Santa. Fuera de esta época hay que limitarse al día de misa, o bien preguntando a vecinos del pueblo.
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