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Foto del escritorRebeca Díez

La Santa Espina, un oasis en los Torozos

Enclavado en la comarca natural de los Montes Torozos, el páramo, el monte y el embalse del Río Bajoz, la Santa Espina constituye un marco incomparable donde la historia ha dejado maravillosas estampas. Y es que esta localidad, que se creó para contribuir al desarrollo agrario por el Instituto Nacional de Colonización, cuenta con un imponente monasterio ubicado en un valle rodeado de arboleda.


 Monasterio de la Santa Espina

El conjunto monumental, declarado Bien de Interés Cultural desde el año 1931, es de gran belleza y elegancia. Doña Sancha de Castilla, hermana de Alfonso VII el Emperador, mandó construir este Monasterio en 1147. En el mismo año, llegaron los primeros monjes cistercienses, enviados por San Bernardo.


Pero más allá de esos primeros pasos, lo cierto es que como ha pasado en muchos otros monasterios, este se construyó en diferentes épocas y ha sufrido notables reformas. Al monasterio se accede por un arco de triunfo del siglo XVI. A la izquierda, un monolito recuerda el encuentro que Felipe II y D. Juan de Austria tuvieron en este lugar.


La iglesia, una de las piezas más radiantes de este monasterio, se construyó en el siglo XIII, con obras posteriores renacentistas del siglo XVI. Reúne las características típicas del cister: planta de cruz latina y tres naves, siendo la principal más alta, y las dos laterales más bajas decoradas con arcos de medio punto. Por su parte, la fachada del siglo XVIII es obra de la Escuela de Ventura Rodríguez, donde sobresalen sus dos altas torres. Una de las capillas que tiene la iglesia, la de Los Vegas, está construida en el siglo XIV en estilo gótico y cuenta con obras como la de la Virgen y San Juan. Además, allí reposan los restos de sus fundadores.



Otra capilla es la del Arcángel San Rafael donde se conserva el sagrario del siglo XVIII o la Virgen y el Niño de alabastro del XVI. Allí también residen los restos de la familia del promotor de la última restauración, Rafael Cabestany. Por último, en la Capilla de la Reliquia se guarda uno de los motivos de este Real Monasterio, una de las espinas que Jesucristo portó en su corona el día de su Pasión y Muerte, que Doña Sancha donó tras conseguirla del rey francés Luis el Joven, que era quien tenía la mitad de la corona.


 Puerta de entrada al Monasterio de la Santa Espina

El Monasterio cuenta también con dos claustros. El primero está dedicado a la hospedería y es del siglo XVI, mientras que el otro de estilo neoclásico aunque fue realizado en el XII, sufrió reformas varios siglos después. La sala capitular, la sacristía y la biblioteca claustral destacan por su belleza y sencillez.


Desde la enorme muralla exterior que rodea el recinto y que fue levantada en el año 1550, se contempla el conjunto de un monasterio que ha sido capaz de sobrevivir a momentos adverso, como el incendio de 1731 que destruyó la biblioteca y gran parte del edificio, y del que pudieron salvarse la reliquia de La Santa Espina y el libro de Tumbo. Otros como la invasión francesa y la desamortización de Mendizábal, que ocasionó la salida definitiva de los monjes en el año 1835.




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