“Nunca es tarde si la dicha es buena”. Hay refranes que cobran sentido al contar historias como la de Carlos Martín Vicente, quien a sus 39 años dejó atrás la vida urbana tras casi dos décadas para irse al municipio salmantino de Lagunilla para darle vida a su sueño: El Roble Glamping.
Después de 19 años en una gran ciudad, Carlos comenzó a sentir que algo faltaba. "Cada vez que venía de visita, tenía más claro que necesitaba un cambio, que necesitaba volver a los orígenes y, sobre todo, que necesitaba emprender y recuperar mi oficio", cuenta Carlos, quien, harto de la rutina en una fábrica de coches, empezó a fantasear con proyectos de carpintería. La inspiración le llegó a través de programas de televisión sobre reformas y mini casas de madera, y cuando la pandemia de COVID-19 sacudió el mundo, Carlos decidió dar el paso.
Desde el principio, tuvo claro que su proyecto debía enraizarse en el medio rural. "Buscaba la tranquilidad que te aporta un pueblo", afirma. En la actualidad se ha mudado a la sierra para llevar a cabo la segunda parte de su proyecto.
“Mi proyecto consiste en fabricar y montar cabañas de madera de distintos estilos. En la actualidad ya tengo tres”, afirma. Para ello, Carlos ha adquirido un terreno de un ayuntamiento en la sierra de Salamanca por unos años y pretende trasladar allí las cabañas y dedicarla a alquiler turístico, estilo Glamping. Finalmente, la idea es acabar construyendo más cabañas para venderlas a particulares o empresas.
Pero el camino no ha sido fácil. Carlos ha enfrentado numerosos desafíos, desde la gestión de permisos y la coordinación con diversas administraciones, hasta los desplazamientos diarios para supervisar el avance del proyecto. "En mi caso, ya que se trata de algo innovador y muy natural, tuve que tratar con diversas administraciones, hacer varios informes y permisos con todo lo que ello conlleva”, apunta.
Retos y apoyos en el entorno rural
El emprendimiento en España, especialmente en el medio rural, conlleva una serie de desafíos únicos. Carlos financió su proyecto inicial con una combinación de ahorros personales, apoyo familiar y préstamos, además de tener concedida una subvención de una entidad local. Aunque el ayuntamiento ha mostrado su apoyo, el proceso burocrático ha sido largo y complicado, y la falta de coordinación entre administraciones ha sido una constante.
A pesar de estos obstáculos, Carlos sigue adelante con su proyecto, convencido de que su esfuerzo puede inspirar a otros jóvenes a seguir su ejemplo. "Espero que vean en mí un ejemplo de que se puede emprender en el mundo rural, aunque es muy complicado", señala.
Mirando al futuro, la idea de Carlos es construir siete cabañas para alquilar y compaginarlo en el futuro con la construcción de cabañas similares para vender a clientes. "El principal reto es, de momento, abrir el Glamping y, en un futuro, montar un buen taller de carpintería", afirma.
El impacto de su emprendimiento en la comunidad local ya se está sintiendo, y Carlos espera que su proyecto no solo atraiga turistas, sino que también revitalice la economía local y cambie la percepción de las oportunidades en las zonas rurales.
Para aquellos jóvenes que estén considerando seguir sus pasos, Carlos ofrece un consejo. "Que se armen de mucha paciencia, que valoren muy bien el tipo de emprendimiento al que se van a dedicar y, sobre todo, que no se rindan si tienen las ideas claras".
Su experiencia le ha enseñado que el camino del emprendimiento rural está lleno de obstáculos, pero que la perseverancia y la pasión por lo que uno hace son claves para superar cualquier desafío.
Con un espíritu resiliente y una visión clara, Carlos está forjando su camino demostrando que, con esfuerzo y determinación, es posible convertir un sueño en realidad.
Comentarios