Rebeca Díez
San Pablo de la Moraleja, pueblo a la sombra de una ruina
En el límite de la provincia de Valladolid se encuentra el desvío hacia este pueblo escondido tras una pequeña loma que nació al calor del Convento de las Carmelitas, del que todavía se encuentra en pie parte del mismo.

Unos 112 habitantes conviven en este pequeño municipio vallisoletano que aun conserva edificios de interés turístico. Aunque otros no han sobrevivido al paso de los años como es el caso de la iglesia del Convento de San Pablo. Esta construcción perteneció a la orden de las Carmelitas Descalzas desde el siglo XVII y conformaba una bella construcción barroca de una sola nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos decorada con yeserías.
La portada aún se mantiene en pie y, junto a ella, se yergue la espadaña de dos cuerpos. En su interior tenía un claustro central de dos pisos, en el que existía un jardín y un pozo, además de tener otro patio y varios corrales. También poseía una bodega realizada en cantería.

El convento tiene su origen en un establecimiento anterior correspondiente a una reunión de clérigos, alrededor del arcediano Hernán Velázquez, cuando una bula de Bonifacio VIII concedió indulgencias a sus visitantes. Velázquez hizo una donación de la casa a los carmelitas en 1315 y el lugar se convirtió en un centro de devoción. El convento carmelita fue especialmente protegido por monarcas castellanos como Alfonso XI, Juan I, Enrique III, Juan II y los Reyes Católicos. Durante la época de la desamortización del XIX, fueron sacados todos los bienes en pública subasta en 1843.

Durante muchos años la iglesia del convento hizo las funciones de templo de la localidad hasta que, por diferentes motivos, se abandonó y poco a poco se convirtió en ruinas por lo que se tuvo que construir una nueva iglesia para el culto religioso.
En referencia a sus fiestas, destaca la que se celebra el 16 de julio en honor a la Virgen del Carmen y el 25 de enero, los vecinos celebran San Pablo.