Los últimos alientos de una primavera tormentosa habían llenado de flores silvestres el entorno del convento de San Pablo de la Moraleja, situado a unos 22 kilómetros al sur de Medina del Campo. Amapolas, cardos, margaritas o malvas arropaban con su manto de colores a este histórico edificio que, desde hace más de medio siglo, vive en un invierno eterno.
Sus muros de ladrillo, roídos por el abandono, aún muestran su prestancia en la periferia de San Pablo de la Moraleja, un pequeño pueblo vallisoletano al límite con la provincia de Ávila y con poco más de 100 vecinos censados. Y es que, la historia de esta localidad, es la de otras muchas de la España rural: menguada su población y riqueza en el pasado siglo XX, las reducidas arcas municipales no pudieron mantener un edificio que ya había sido desamortizado.
Así fue como el convento se convirtió en la ruina que es hoy. Y, mientras la vida continúa su ciclo, las estaciones se suceden y las cigüeñas anidan en su espadaña, el convento sigue en una descomposición desesperantemente silenciosa.
Primera sede de la Orden de los Carmelitas en Castilla
A medio camino entre Medina del Campo y Arévalo se levantó, escondido tras una pequeña loma, San Pablo de la Moraleja, que nació al calor de este complejo religioso que le da nombre. En 1295, el diácono Hernán Velázquez lo fundó como un convento para clérigos, y en 1315 lo dona a la Orden de los Carmelitas, constituyendo su primera sede en Castilla.
De sus primeros siglos de existencia es poco lo que se conserva, pues la iglesia fue reedificada en ladrillo y estilo barroco en el siglo XVIII. De esta reforma data su señorial fachada, bastante bien mantenida pese a la circunstancias. Destaca la hornacina que todavía abriga a la imagen en piedra de San Pablo, así como la espadaña construida en dos cuerpos.
Peor conservada está la torre mudéjar, así como la iglesia, ya sin cubierta y que conformaba una bella construcción barroca de una sola nave cubierta con bóveda de cañón decorada con yeserías.
El convento carmelita fue especialmente protegido por monarcas castellanos como Alfonso XI, Juan I, Enrique III, Juan II y los Reyes Católicos. En un documento el que se describen sus características, se contaba que en su interior tenía un claustro central de dos pisos, en el que existía un jardín y un pozo, además de tener otro patio y varios corrales. También poseía una bodega realizada en cantería.
En la Lista Roja y sin protección
Cuando llegó la desamortización del XIX, fueron sacados todos los bienes en pública subasta en 1843. Se le despojó de algunas de las obras que albergaba, como la venerada imagen de la virgen de Soterraña o las esculturas del llamado Maestro de San Pablo de la Moraleja, como es la escultura en madera del Llanto sobre Cristo muerto, que hoy puede contemplarse en el Museo Diocesiano de Valladolid.
Más tarde su iglesia asumió las funciones de parroquia del pueblo, pero su ruina progresiva precipitó que en los años sesenta se levantara un nuevo templo próximo al viejo convento carmelita. Y desde entonces hasta nuestros días, los muros se han ido deteriorando sin pausa.
Desde el año 2007 engrosa la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra, y no cuenta con una protección específica.
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