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  • Foto del escritorPilar Martínez

La Rayuela: ¿Quién no ha jugado alguna vez?

Recibía distintos nombres y formas de juego según las tradiciones de cada pueblo, pero La Rayuela es uno de esos juegos de ayer que bien puede decirse que es de los más populares y conocidos por generaciones y generaciones y en muchos lugares. Momentos compartidos de recreo que muchos aún guardan en su memoria como un tiempo en el que jugando también se aprendía sobre la vida.


La Rayuela. Ilustraciones: Luisa Villalba
La Rayuela. Ilustraciones: Luisa Villalba

Un juego con historia


Su origen es curioso si creemos en el paralelismo que los estudiosos han investigado al respecto. Se estima que se desarrolló en Europa durante el Renacimiento y que está basado en el libro de La Divina Comedia de Dante Alighieri, en la que el personaje de Dante, en una parte del libro, sale del Purgatorio con la pretensión de alcanzar el Paraíso y tiene que atravesar nueve mundos para lograrlo, siendo este personaje como la ficha de un juego que tiene que saltar de casilla en casilla a la pata coja empujando al tiempo una piedra que representa, figuradamente, su alma. El recorrido pasa desde la Tierra hasta el Cielo (Urano) y teniendo cuidado de no caer en el infierno (Plutón).

También se cree que pudo ser más antiguo, remontándose al Imperio Romano, cuando sus soldados jugaban a La Rayuela para demostrar fuerza y rapidez, pues llegaban a saltar soportando objetos pesados.


Sea como fuere, lo cierto es que es un juego que ha tenido su hueco en la cultura popular de muchos pueblos, adoptando diferentes nombres cuando menos variopintos y curiosos.


Nombres diferentes para un mismo juego


Yo personalmente lo llamaba “la tanga” y otra variante era “el avión” porque el trazado tomaba esa forma, pero si se pregunta en los pueblos, algunos lo conocen con nombres tan curiosos como el caricojo, caracol, pez, muñeca, semana…


La Rayuela, tanga o como cada cual recuerda llamarlo, simplemente necesitaba una tiza y una piedra si se jugaba en suelo o un palo para hacer un trazado en la tierra. Se hacia un rayado con forma que cada pueblo tenía por costumbre, las más comunes eran en forma de rectángulo con casillas numeradas que podían variar del 1 al 10, o también con los días de la semana, como es el caso de Cantalejo (Segovia), siendo esta de seis casillas de lunes a sábado, porque el domingo, como mandaban los cánones religiosos era el día del Señor y por tanto de descanso.


Casillas de La Rayuela
Casillas de La Rayuela

¿Cómo se jugaba?


El modo de juego tenía también varias opciones. Una de ellas consistía en tirar la piedra inicialmente en la primera casilla sin que rozara ninguna línea del trazado y, saltar a la pata coja con el pie derecho el resto de casillas y así sucesivamente con todas y cada una de las casillas hasta completar el trazado. Después se hacía con la pierna izquierda, y podía completarse con ambos pies, pero con los ojos cerrados, o incluso alargar el juego haciendo el recorrido inicial a la pata coja pero tirando la piedra a las diferentes casillas con los ojos cerrados.


Pero quizá la forma más popular y que daría sentido al origen según los estudiosos, era tirar la piedra en la primera casilla e ir a la pata coja dando al mismo tiempo un golpe certero y calculado a la piedra, o dos como máximo (si se establecía como regla permitida al inicio del juego) para desplazarla de casilla en casilla sin que quedase rozando la raya, así hasta completar todo el trazado. Se continuaba tirando la piedra a la segunda casilla y así sucesivamente hasta la última. Si se fallaba, se perdía el turno y pasaba otro a hacer su recorrido, retomándolo donde se hubiera quedado cuando volvía el turno de juego.


El primero que conseguía recorrer todas las casillas era el que ganaba, pero yo recuerdo que para hacer más difícil aún el juego y continuar jugando, el que primero lograba completarlo tachaba una casilla con una X” y lo consideraba “casa”, siendo lugar de descanso para él pero un obstáculo para los demás jugadores que debían esquivarla sin pisar en ella ni dejar la piedra.


Las normas eran fáciles y consensuadas antes de empezar el juego, pero si se fallaba se decía aquello de “has hecho malas”, y se decía si se pisaba alguna raya de dibujo, si se lanzaba la piedra más allá de la casilla que correspondía, si la piedra se quedaba en la raya, o si se daba más toques de los convenidos para mover la piedra de casilla en el caso de la segunda versión del juego.


¿Quién empezaba?


Otra cuestión importante era cómo se decidía el turno de juego. En La Rayuela como en todos los juegos tradicionales la forma de establecer los turnos era también una parte importante de juego, y las fórmulas también forman parte de una tradición oral muy interesante porque se utilizaban retahílas de lo más variopintas y que merecen capítulo aparte, pero para centrarnos en el juego que hoy nos ocupa, una forma muy corriente era decir, “ Primer”, “Segun”, “ Tercer”... el menos hábil y rápido le tocaba el último, algo que servía de lección para espabilar en sucesivas ocasiones. Otra forma era echarlo a pares o nones, a piedra papel o tijera, ambas muy habituales para muchos juegos, o ya una más en la línea de la propia Rayuela, se trazaba una raya y se tiraba la piedra o chato y según quedara más cerca de la raya sin pasarse, se establecía el turno.


Piedra, papel o tijera
Piedra, papel o tijera. Ilustraciones: Luisa Villalba

Un juego sencillo y universal


Si tenemos en cuenta la base del juego, es fácil comprender que formara parte de los juegos más populares y más jugados en todas partes porque no se necesitaban grandes aprendizajes ni estrategias, sino simplemente combinar las habilidades de tener puntería, equilibrio y una aceptación de las reglas que le daban ese carácter competitivo pero también social en un entorno donde la calle era el único escenario posible donde recrearse y jugar con la pandilla. Y daba igual si en un pueblo se llamaba tanga o avión…si el trazado eran de 6, 8 o 10 casillas o si eran los días de la semana, las reglas eran tan sencillas y comprensibles que, allí donde fueras, podías jugar e integrarte si la ocasión se ofrecía.


Muchos guardamos aquellos momentos de juego como un tiempo en el que jugando también aprendíamos de la vida. La Rayuela entrañaba su dificultad más por el control que debía tenerse con la piedra a la hora de lanzarla y moverla de casilla en casilla que por una estrategia de juego en sí misma. Pero quizá lo importante de este juego concretamente, era que pese a que se jugaba de un modo individual, pues no requería equipo, se aprendía a respetar los turnos y a acatar las reglas, aspectos vitales para entender el respeto a los demás y el rigor y orden que luego la propia vida va a requerir.


Los mejores momentos


Cuándo un juego se recuerda es porque ha formado parte de los mejores momentos de tu infancia. Seguramente, al leer esto, cada cual se recuerde a sí mismo jugando, lanzando la piedra y saltando a la pata coja, en ese marco que ofrecía la calle a esa hora de la merienda en la que se salía a jugar con los amigos con el bocadillo de chorizo o pan con chocolate, riendo, a veces algo contrariados si íbamos perdiendo, sudorosos de tanto saltar y con esa sed que la fuente de una plaza siempre saciaba.


Quedémonos por ahora con esa estampa de aquellos momentos jugando a La Rayuela, porque en lo que concierne a la hora de jugar, de meriendas y juegos, hay mucho recorrido y mucho, pero mucho por contar…



Ilustraciones realizadas exclusivamente para este artículo por Luisa Villalba

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