María y Guadalupe Miguelsanz, dos hermanas vecinas de Ortigosa de Pestaño (Segovia) fueron a dar un paseo por el pueblo un viernes por la mañana. Iba a ser un paseo normal dentro de su rutina, pero se convirtió de repente en una lucha para detener la demolición de su querida y abandonada estación de trenes, la cual no había sido comunicada a los vecinos. “Vimos las máquinas preparadas para hacer su trabajo y nosotras dos solas nos metimos en medio y pedimos a los operarios las licencias y permisos”, relatan a ‘Pueblo en Pueblo’ las hermanas.
Al ver que contaban con dichos permisos, rápidamente llamaron a la alcaldesa, Milagros Alonso, y pidieron una reunión urgente en el Ayuntamiento. “Fue cuestión de minutos, desde que dimos aviso en torno a las 11:45, y la reunión urgente que fue a las 12:30 ”. Y pese a la celeridad de los acontecimientos y que era un día laborable, acudieron a la reunión una docena de vecinos, donde se confirmó que el Ayuntamiento ya sabía de dicha demolición y contaba con su permiso.
Una revelación que inició un rápido proceso de movilización vecinal. “Empezamos a comunicar la noticia en redes sociales y en el grupo de WhatsApp formado por vecinos, pero también hijos y nietos que no viven en el pueblo”, señalan las hermanas Miguelsanz. La noticia también se extendió a localidades aledañas y pronto aglutinaron la suficiente presión popular para que el consistorio reculase. También lograron paralizar la demolición, aunque “solo hasta el lunes”, explican las vecinas, día en que, en principio, se retomarán los trabajos.
Ahora solicitan una entrevista con Adif, que es la propietaria de dicha estación y la ordenante del derribo. “Adif no vende, ni alquila, ni hace nada con el edificio, solo lo cede por 30 años. El problema de esta situación es la desidia de Adif”, denuncian. Y es que en Ortigosa de Pestaño hace tiempo que ya no se escucha el traqueteo del tren. La llegada del ferrocarril en 1884, con la línea que conectaba Medina del Campo y Segovia, supuso un cambio drástico en la vida del pueblo, casi equiparable a su posterior suspensión, que llegó algo más de un siglo después, en 1993.
Cien años en los que Ortigosa prosperó: se abrieron establecimientos de hostelería, almacenes, se construyeron viviendas para los trabajadores del ferrocarril y, por supuesto, se levantó una nueva estación de trenes. Una terminal que ahora es un bello y ruinoso símbolo de ese corto episodio de progreso que vivió la localidad y cuyos vecinos se niegan a perder.
Actualmente el pueblo cuenta con medio centenar de habitantes censados que no llenan todas esas infraestructuras que se crearon. Una de las iniciativas de reaprovechamiento del trazado del ferrocarril que sí se ha llevado a término, ha sido su conversión en una ruta de senderismo: la Vía Verde del Valle de Eresma. De hecho, relacionado con ella, se está estudiando desde el Centro de Iniciativas Tusísticas de la Campiña Segoviana, convertir la antigua terminal en un Centro de Interpretación de la Vía Verde.
Un proyecto que solo se podrá llevar a cabo si la estación se mantiene en pie. Por eso, ya han advertido los vecinos que harán todo lo posible para que su símbolo ferroviario no desaparezca. Una convicción cuya fuerza se reflejó el sábado por la tarde, cuando convocaron un paseo “consciente y respetuoso con vecinos y amigos” al que asistieron más de un centenar de personas.
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