Son fuentes, sí. Fuentes de pueblos que en sus entrañas, casi como tesoros, albergan manantiales que manan el agua en su estado más puro, sin cloros ni tratamientos potabilizadores, agua sin más, con su propio sabor…porque el agua no es insípida como pueda parecer, tiene sus matices de sabor que el paladar aprecia con intensidad cuando la boca está seca; el dulzor, incluso la leve salazón que se entremezcla con el frescor.
No es casualidad que siempre nos encontremos la fuente de un pueblo en una de sus plazas o junto a una ermita o incluso en algún camino angosto que solo los lugareños conocen. Los manantiales y por ende las fuentes manan donde rompe la barrera que la propia tierra de forma natural construye, y siempre suele romper donde el hombre habita o por donde transita, tal vez porque la propia naturaleza entiende que sus riquezas y recursos deben ser aprovechados como un regalo que ella misma otorga. De ahí la no casualidad pero si la causalidad de que esos chorros de agua fresca que salen impetuosos de las fuentes estén donde tienen que estar, para darse generosos al pueblo que siempre lo necesita; antaño porque eran fuentes realmente de vida y de tradición y hoy porque son reservas naturales en tiempos de escasez de agua.
Y qué decir tiene el enorme tributo que dan esas fuentes y manantiales a todos esos peregrinos que van a Santiago de Compostela. Cuantos no habrán llenado sus cantimploras y tiempo atrás esas calabazas peregrinas para saciar la sed en su caminar.
Cada vez ocurre más que llegues a una fuente de un pueblo y te encuentres con un cartel que te dice: “agua no potable y sin garantías sanitarias”. Tú la ves manar del grifo limpia, transparente, tentadoramente fresca y te quedas pensando qué hacer ante tal advertencia, no en vano recuerdas aquello de “ agua corriente no mata a la gente”, muchos más cuando ves el agua perderse por la alcantarilla de un desagüe sin saber realmente adonde va.
Y comienzas a preguntar. Quieres saber si realmente esa advertencia es de peso o simplemente es un modo de curarse en salud. En muchos casos es ambas cosas, el uso de pesticidas en los campos cada vez más químicos da lugar a filtraciones en los niveles freáticos, contaminando manantiales en dosis que al hombre le pueden resultar nocivas para su organismo.
No siempre esos niveles de contaminación son tales, sin embargo la prudencia siempre se alimenta con la advertencia, por si acaso no fuera a ser que…en fin, lo que se dice; un modo de curarse en salud.
No sé, tal vez debamos apelar a la prudencia cuando nuestra propia mano altera lo que la naturaleza generosa nos entrega, quizá eso sea en verdad lo que nos merecemos, pero no deja de ser una pena tener que renunciar a beber de esas fuentes vivas de agua clara, que en otro tiempo y a tantas generaciones no sólo alivió su sed sino que les hizo crear costumbres y fraguó tradiciones que hoy, muchos con no poca nostalgia, conocemos y deseamos no queden en el olvido.
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