Daniel González
10 de mar de 20152 min.
Actualizado: 16 de mar de 2021
Un castillo excelentemente conservado, visitable y recomendado para todos aquellos que dispongan de un fin de semana libre, describe su historia a la perfección, marcado enteramente por la trágica Guerra de los Comuneros, que vivió sus últimas cenas y alegrías aquí. Pues fue Torrelobatón el último bastión que cayó en manos del ejército castellano, antes de la cita histórica en Villalar de los Comuneros, el 23 de Abril de 1521, donde sus líderes fueron vencidos y el levantamiento erradicado, “Castilla no se volvió a levantar”.
Pero siempre resistirá el patrimonio inmaterial construido por las gentes castellanas que a través de historias transmitidas de generación en generación, guardan hitos que sean derrotas o victorias, explica quienes somos. Torrelobatón no será ajeno, recreando cada noche del 22 de abril ‘El Preludio de la Batalla”, con la última cena de Padilla, Bravo y Maldonado antes de que el ejército comunero partiera hacia la traición en Villalar.
El municipio, importante núcleo durante la edad media, fue perdiendo su esplendor. La villa contó tiempo atrás con tres iglesias de las cuales solo una se mantiene, la Iglesia de Santa María, mudéjar del siglo XV, aunque con un pórtico neoclásico de finales del XVIII.
Más triste es la historia de la Iglesia de San Pedro del siglo XVI, a las faldas del castillo, aportando ese grado melancólico y ruinoso siempre presente, para recordarnos no sea que se nos olvide, la marca más representativa del paso del tiempo.
De su muralla se conserva la puerta de acceso a la villa, con un buen estado de conservación que ofrece paso y conexión entre la iglesia y su Plaza mayor. Presidida por un ayuntamiento levantado en piedra del siglo XVII. El municipio se completa con un conjunto de casas blasonadas, estrechas calles y plazuelas, hermosas fuentes y la ermita que honra al Cristo de las Angustias del siglo XIV con una tímida espadaña.
Simbólica y sencilla, Torrelobatón despierta cada día colmada de un pasado comunero, representando su papel en la historia más triste de Castilla. Pero risueña se acuesta, agradecida por poseer un patrimonio, envidia de todos, que desde el más magnánimo tamaño de su castillo, a la más pequeña fuente acoge una humilde belleza.